jueves, 7 de mayo de 2009

Cuento No. 19: My Name is Carmelo Rosales.


Cuento No. 19: My Name is Carmelo Rosales.

Viene del Cuento No. 18: La mano Derecha de Fabriciano.


Ciudad de Boston. Lujoso apartamento de la localidad.

Dorothy McDowell de Rosales era una mujer norteamericana en sus cincuenta, muy bien conservada, de expresión dura y seria. Al teléfono desde su apartamento en Boston, con una impresionante vista a la ciudad, prosigue su conversación con César, en un español que evidenciaba dominio por los años, pero todavía permanecía su acento norteamericano y una que otra frase intercalada en inglés cuando le fallaba el castellano. -.....I’m fine, César,...bueno.....no tan bien.....Tu tío Carmelo se fue a una fiesta de tu tía Dalia, por tu boda, en Miami.....Is that true?....¿Es eso cierto? Dorothy se había casado con Carmelo Rosales, el hermano menor de Fabriciano y de esa forma había entrado al mundo de las esmeraldas colombianas y al de los Rosales De la Vega. Dorothy con los años había aprendido que a su marido lo tentaban las mujeres más que las gemas de color verde a un minero dentro de un túnel. Ya eran muchos años de matrimonio conservados a base de empeño, seguimiento a los pasos de Carmelo y su correspondiente desgaste. Dorothy todavía no terminaba con la constante investigación de las andanzas de su marido y en esta ocasión César era el medio para comprobar la veracidad de las palabras de Carmelo.
De vuelta a Bogotá César al celular trataba de encontrar las mejores palabras para darle una respuesta a Dorothy sin dejar mal a su tío Carmelo. Arístides Kosmas, el amigo de César, lo observaba cuando él trataba de defender al hermano de su papá: -Bueno, Dorothy, la verdad es que yo directamente no estoy informado sobre una fiesta en honor a mi boda en casa de mi tía Dalia allá en Miami.....pero es que tienes que entender que las que manejan ese tipo de información son Mercedes o mi mamá. Lo más probable es que sí se haya organizado una fiesta en casa de mi tía Dalia y de seguro el tío Carmelo se fue para Miami a asistir a ese compromiso familiar.....Dorothy al escuchar la respuesta de César, dice: -Puede que sí haya fiesta en tu honor, César, allá donde vive Dalia en Miami, pero no se por qué Carmelo no me llevó a ese evento. I don’t get it? I’m his wife, soy su esposa. César guardó silencio ante esas palabras y trató de encontrar la mejor respuesta posible: -Bueno, Dorothy, a lo mejor el tío Carmelo decidió al último segundo asistir a ese compromiso en Miami y no quiso incomodarte con ese viaje si ustedes dos van a tener que venir de Boston a Bogotá para mi boda, suficiente tienen con ese compromiso, ¿no crees? Dorothy seria dice: -Pues, voy a ver qué pasó aquí, si hablas con tu tío, dile que voy por la verdad. I’m going to find the true! Dorothy cierra el teléfono y César sólo le comenta a su amigo Arístides: -El tío Carmelo está en tremendo problema. Se le perdió a su esposa Dorothy y creo que le dijo una mentira usando una coartada de una supuesta fiesta en honor a mi boda con Mercedes en la casa de Miami de mi tía Dalia. Arístides sonriendo, dice: -Ay, ese tío tuyo, ese Don Carmelo, no se cansa de sus travesuras, un día de estos lo van a atrapar, caramba.
Arístides no se equivocaba en su afirmación, Carmelo Rosales caminaba al borde del peligro por dejarse tentar tan fácilmente. Por una paradisíaca playa de Miami Beach, Carmelo vestía apropiadamente para el clima tropical, mientras que bebida en mano deleitaba su vista con la infinidad de mujeres bellas y jóvenes ataviadas con vestidos de baño; todo un panorama distinto al que él tenía en Boston junto a su norteamericana esposa. Carmelo era un Rosales más en este mundo, pícaro, relajado e informal. Se diferenciaba de su hermano Fabriciano en dos cosas fundamentales. La primera de ellas era el manejo del poder. Carmelo no era un importante industrial de las esmeraldas a pesar de haber sido minero y de haber podido aprovechar el avance económico y social de su hermano. Él optó por una vida cómoda, pero sin complicaciones y presiones. Para ello, las acciones en la empresa Gemas Generación Rosales, S.A. y la fortuna de su suegro, el viejo senador McDowell, eran suficientes para lograr ese objetivo. La otra diferencia radicaba en lo físico. Fabriciano era de tez clara y ojos celestes, mientras que Carmelo presentaba rasgos distintos, de piel, ojos y cabellera más oscura. Esto era evidencia que sólo compartían el apellido de su madre Dulcidia Rosales, pero que ambos tenían padres diferentes. El padre de Carmelo no se trató de un gringo que pasó por la región de las esmeraldas; en su caso su progenitor se trataba de un hombre de la localidad minera de nombre Custodio y famoso por su mal y violento carácter.
Carmelo más relajado se acerca a la barra de un bar abierto en la playa de Miami y decide tomar su celular: -¡César, sobrino, te habla tu tío Carmelo, cómo te va, m’hijo! Yo aquí bronceándome, ¡sin pensarlo me fui para Miami, dejé Boston y me largué para acá! Que bonito está esto por acá, me estoy preparando para volver al sabor latino de mi patria, ja, ja, ja,...Oye, sobrino, te llamaba para que me ayudes con la gringa Dorotea, se me ocurrió decir lo siguiente: Que tu tía Dalia, la hermana de tu mamá Nidia, organizó un brindis en honor a tu boda con Merceditas y me avisaron de último minuto y no tuve más remedio que venirme para acá. Si la gringa te llama, dile que sí hay una fiesta en casa de Dalia en honor a tu matrimonio. Con eso tengo suficiente, porque yo luego me arreglo con ella, diciéndole que no la llevé para que no se asoleara, que cada vez que la pobre se quiere broncear, queda roja como un pescado asándose en parilla y ella así no puede llegar a la gran boda. ¡Genial mi idea, sobrino, cierto! César le responde por el celular a su tío: -Tío, con mucho gusto le colaboraría, pero hay el pequeño problema que Dorothy se adelantó y me llamó primero que tú para preguntarme si era cierto lo de la boda. Yo no lo negué, pero tampoco lo afirmé con toda la certeza del mundo, en pocas palabras dejé abierta la posibilidad. Tendrá que arreglárselas por su cuenta y tratar de ser convincente. Qué pena con usted......Carmelo le agradece a su sobrino la ayuda: -César, sobrino, no se apene, yo le agradezco la ayuda prestada y la verdad es que eres un hombre serio e inteligente, ¡lo pícaro y astuto lo heredaste de lo Rosales!, pero hay que reconocer que eres la viva estampa de tu abuelo Nicanor, no sólo en lo físico, sino también en lo correcto.
Los ojos verdes de César, el llamado “zar legal de las esmeraldas” brillaron ante las palabras de su tío. El asentó con su cabeza al escuchar el cumplido de Carmelo y su rostro y gestos eran ver a Nicanor De la Vega nuevamente en pie y más vivo que nunca.

Continúa en el próximo cuento.

Melissa G.

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