miércoles, 25 de marzo de 2009

Cuento No. 13. Los Viejos Tiempos de la Guaquería.



Cuento No. 13. Los Viejos Tiempos de la Guaquería.

Viene del Cuento No. 12: Por las Calles de la Zona Esmeraldífera.
http://novelatentacioncoloresmeralda.blogspot.com/2009/03/cuento-no-12-por-las-calles-de-la-zona.html

Zona esmeraldífera. 30 años atrás.


Fabriciano no había terminado de salir de su asombro y temor ante la presencia de su esposa Nidia buscándolo por las calles del pueblo, cuando una insistente voz lo llamó y de una sola vez lo termina de introducir a la cantina de la localidad. Un hombre con sonrisa maliciosa y perspicacia en su mirada le habla con toda la confianza a Fabriciano: -Fabriciano, te estaba buscando, tengo un negocio para ti. Evidentemente, aquel hombre no se sentía intimidado por la nueva posición social y económica que ocupaba Fabriciano como el yerno de Don Nicanor De la Vega. Fabriciano sin perder su acostumbrada manera de hablar despreocupada, le recuerda el nuevo nivel donde él se encontraba: -Déjame decirte una vaina, ya no es lo mismo que antes, Honesto, ya no necesito de ti para sacar dinero; ya no soy un minero, ni tú mi contacto para el contrabando. No necesito ser un guaquero, si soy el esposo de Nidia De la Vega, tú lo sabes. Honesto, una ironía su nombre ante las fechorías que acostumbraba a cometer, le dice a Fabriciano con una envolvente actitud de falsa camaradería: -Fabriciano, estos asuntos no se tratan así, sin por lo menos, un par de aguardienticos de por medio. Pienso invitarte a pasar a mi mesa, para que puedas escuchar mi propuesta, propuesta que por demás está a tu nivel: El nivel del hombre más importante de la región y eso todo el mundo lo sabe. Además, mi buen amigo, por ahí vi a la señora Nidia buscándote y todos sabemos para qué lo busca la mujer a uno: Sólo para molestar, ¡ja, ja, ja! Fabriciano sintiéndose identificado con esas palabras, dice: -Eso es verdad, Honesto, las mujeres sólo saben fregarle la vida a uno, ¡sólo por eso voy a sentarme a tomar un trago contigo! Honesto observa a Fabriciano con su perspicaz mirada mientras lo conduce con cortesía a una mesa al fondo de la cantina. Él era no sólo un hombre mucho mayor que el joven ambicioso de Fabriciano, también era un hombre más preparado que aquel joven minero que ahora pertenecía a la importante familia De la Vega. Honesto era un abogado titulado que había encontrado en la región de esmeraldas la cuna perfecta para dar rienda suelta a su mente calculadora y desprovista de todo apego a la verdad.
Fabriciano toma asiento en la mesa de Honesto, mientras éste le dice: -Toma asiento, mi buen amigo y bebe el mejor aguardiente que la cantina de este pueblo tiene, lo pedí especialmente para ti. De un solo sorbo, Fabriciano bebe el primero de muchos tragos de aguardiente. Cada palabra de Honesto, la envolvía con precisión con un nuevo vaso de alcohol servido para tentar al joven ex minero. Honesto dice: -Bien has dicho al recordarme que ya no eres aquel joven minero que un día conocí en las inmediaciones de la mina La Próspera y que le propuse algo más que ser un simple guaquero que buscara esmeraldas en la tierra que los mineros ya habían explorado. En aquella ocasión, te hice ver las posibilidades que tenías al estar en pleno corazón del yacimiento más rico de la región de esmeraldas, te expliqué cómo el tomar esmeraldas legalmente extraídas por tus compañeros y dármelas a mí para que las vendiera por mi cuenta, era mejor que trabajar para Nicanor De la Vega. ¿Te acuerdas? Fabriciano tragando otro gran sorbo de aguardiente, dice: -Claro que me acuerdo, si el asunto era muy sencillo: Yo me robaba cualquier esmeralda que viera por ahí y que iba a ser para la producción de Don Nicanor y te la daba a ti para que la vendieras por las inmediaciones o hasta en Bogotá. ¡Yo era el que corría el riesgo más grande, pero tú te llevabas un dineral, Honesto!
Honesto con una calmada sonrisa, sirviendo otro vaso de aguardiente, le dice a Fabriciano: -Amigo, no digas eso, ya te había explicado que tampoco es fácil vender clandestinamente esmeraldas, porque después que me entregabas la piedra, el riesgo lo corría yo tratando de venderla, pero como bien habías señalado, ya no eres un minero, eres el yerno del dueño de la mina, eres el futuro dueño de La Próspera, pero no por eso, el negocio se tiene que terminar, amigo.....lo que necesitas ahora es ser socio capitalista de esta pequeña organización empresarial de extracción y ventas de esmeraldas.......Honesto sostenía su maliciosa sonrisa mientras esperaba la respuesta de Fabriciano. Él se limpia la boca con su mano, tras haber tragado aguardiente sin reparo y dice: -¿Entonces, ya no tengo que ser un guaquero más a tus órdenes? Honesto responde con espontaneidad y engañosa amabilidad: -¡Por supuesto que no, cómo se te ocurre que yo te voy a volver a pedir que regreses a una mina, cuando eres un hombre importante! Mírate nada más, lo elegante que te ves con esa ropa, ¡cómo la vas a ensuciar dentro de un oscuro túnel de una mina! No, señor, yo no sería tan infame de pedirte algo así. Altanero y crédulo de su propia torpe capacidad, Fabriciano dice: -¡Ni tampoco yo lo iba a permitir, Honesto! Honesto con esa expresión facial que asemejaba a un payaso sonriente en extremo, responde: -Eso lo sé, Fabriciano, tú eres un tipo muy listo y tienes todo mi respeto, por eso te pido que seamos socios. Mi propuesta está a tu altura y te conviene aprovechar todas las ventajas que tienes como esposo de Nidia De la Vega. Ya no tienes por qué entrar a una mina de esmeraldas, pero no significa que has dejado de tener contacto con esas piedras tan maravillosas, ahora tienes a tu alcance esmeraldas mucho más bellas que las que veías como un trabajador más. Ante ti, tienes esmeraldas en valiosas joyas, las cuales tú puedes aprovechar. Fabriciano no comprendiendo del todo las palabras de Honesto, dice: -¿Qué me quieres decir con esa vaina, Honesto? Honesto, con delicadeza, le hace una tentadora propuesta al confundido ex minero: -Te hablo de la colección de joyas con esmeraldas de la difunta esposa de tu suegro Don Nicanor De la Vega. Sólo tienes que entrar al cuarto donde están guardadas e ir poco a poco sacándolas de ahí, para que la vendamos y saquemos más dinero del que te puedas imaginar.......Fabriciano quedó paralizado ante la propuesta de Honesto, la cual enfatizó con el brillo de ambición en sus ojos y su sonrisa llena de astucia ante el confundido joven ex minero que no sabía qué decir ante la proposición.

Continúa en el próximo cuento.

Melissa G.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Cuento No. 12. Por las Calles de la Zona Esmeraldífera.


Cuento No. 12. Por las Calles de la Zona Esmeraldífera.

Viene del Cuento No. 11: A la mina La Próspera.
http://novelatentacioncoloresmeralda.blogspot.com/2009/03/cuento-no-11-la-mina-la-prospera.html

Zona esmeraldífera. 30 años atrás.

Fabriciano había escuchado el pedido de los mineros ante lo que sucedía en La Próspera. Él ya no era un trabajador más del yacimiento, era nada menos y nada más que el esposo de la hija del dueño de la concesión: Don Nicanor De la Vega. Atrás habían quedado esos días tan difíciles para él. Fabriciano aunque apenas estaba comenzando a disfrutar las comodidades de la clase alta, todavía tenía muy bien grabado en su memoria, su difícil infancia como un niño de la región, lo que incluía desde vivir en condiciones muy limitadas, hasta la carencia emocional por la ausencia de su padre: Un gringo que un día pasó por la región, sólo para dejar a su madre embarazada y desaparecer. El solo hecho de tener que retornar al interior de la mina representaba para Fabriciano, retroceder a ese pasado que lo había empujado al grado de caer en tentaciones de peligrosas consecuencias. Era precisamente esa mezcla de emociones lo que producía que con frecuencia, Fabriciano recordara su pasado, a modo de prácticamente paralizarlo, sin escuchar lo que pasaba a su alrededor. La situación era similar a cuando él se veía así mismo dentro de un túnel de una mina, sucio, sofocado, cansado, desesperado y comenzaba a sentir lo que los mineros llamaban: Ver todo verde, que no era otra cosa más que una especie de alucinación donde dentro de un oscuro pasaje de un yacimiento, se comenzaba a ver todo verde, por las ansias de hallar una esmeralda. Nuevamente la confusión invadió a Fabriciano por varios segundos, al grado de distraerlo totalmente de lo que le decían a su alrededor; sólo la voz con ímpetu de Eulalio, dirigiéndose a él con informalidad, pudo sacarlo de sus pensamientos: ¡Fabriciano, que te estamos hablando!
Fabriciano ante esa palabras reaccionó desorientado: -¿Qué pasó? Eulalio se disculpa de inmediato y dice: -Disculpe, Don Fabriciano, pero es que usted no hacía caso, estaba como en otro lado mientras le explicábamos, pero ya apareció quien se meta en la mina. ¡Quién mejor que el Benito, para enfrentarse a ese túnel de La Própsera! Fabriciano sólo asienta con la cabeza, mientras dice: -Sí, sí, está bien.......que vaya Benito, yo me tengo que ir. Como atormentado por los recuerdos, Fabriciano se aleja de las inmediaciones de la mina y regresa a la cómoda camioneta de la hacienda La Casona. Rápidamente ingresa a la misma y le dice al chofer: -¡Llévame al pueblo y rápido, rápido, sácame de aquí! El chofer acata la orden inmediatamente y la camioneta abandona las montañas de esmeraldas para ingresar al pueblo de la región.
La camioneta comenzaba a recorrer las calles de la comunidad de la zona esmeraldífera. Todo giraba entorno a un ambiente muy rural, pero que a la vez tenía una calidez que lo hacía especial: Calles algo estrechas, con edificios de uno a tres pisos, con balcones o ventanas, en su gran mayoría con alguna condición de desgaste, pero cuyo colorido y sencillez hacían del sitio algo especial. Era un gran contraste saber que las piedras preciosas más especiales del mundo: las esmeraldas, se formaban en montañas que enmarcaban el paisaje de una localidad que económicamente distaba de los lujos, pero que era grande en trabajo duro y esfuerzo diario. Aunque Fabriciano había llegado a pasar de los túneles, a las distinciones por ser ahora un hombre importante, todavía encontraba caminar por el pueblo algo más atractivo, que ir a un aburrido club donde su esposa Nidia frecuentaba asistir. Sin dudarlo, Fabriciano le da la orden a su chofer de detenerse, para volver a caminar como uno más por esas calles. –Déjame aquí, quiero caminar por el pueblo. El chofer de una vez estaciona el auto y Fabriciano retorna a la libertad. Aunque con lujosos zapatos, Fabriciano vuelve a ser por unos instantes un hombre cualquiera del pueblo, pero sin dejar de ser atractivo, con aquellos cabellos rubios y ojos celestes que denotaban la mezcla de su origen. A pesar que es saludado a su paso con respeto y reverencia por ser un “De la Vega” más, Fabriciano responde con informalidad y atractiva camaradería: -¡Y cómo le ha ido a usted, gusto de verlo, pásese por la hacienda un día para tomarnos un buen trago!
Lo que más disfrutaba Fabriciano de su paseo por las calles, era no sólo desprenderse del rigor del protocolo de la clase alta, sino también disfrutar de la atención de las mujeres locales, que lo veían ahora más tentador, porque le había sumado a su atractivo, dinero y poder. Olvidando su condición de casado con Nidia De la Vega, Fabriciano le daba rienda suelta a la complacencia de la vista, observando a detalle cada coqueta mujer que de inmediato no sólo le saludaba, sino que también le son
reía y le manifestaba su interés por él. -¡Hola, cómo te va.......! A lo que una directa dama le dice: No también como tú, ¿cuándo salimos de nuevo? Fabriciano ante la propuesta, se recuesta a la pared de una casa y con aires de conquistador, responde: -Tú sólo dime, que me voy contigo. La directa dama a su vez, dice: -Pues, cuando quieras, si es que tu mujer te deja. Fabriciano ante ese reto, dice con toda la confianza: -¡Yo voy a donde quiera, no tengo que pedirle permiso a nadie, menos a Nidia! La dama con la propuesta tentadora, dice sonriendo: -Qué bueno, porque por ahí anda tu mujer; es más, date la vuelta y mírala en ese lujoso auto, parece que está buscando a algo o alguien en el pueblo.....Fabriciano se da la vuelta y divisa exactamente lo que le habían comunicado. Ahí estaba su esposa Nidia: Una joven mujer de clase alta, con expresión dura y mirada fija hacia todas parte, en busca de su marido.
Atrás quedaron las firmes palabras de Fabriciano. Al ver a su esposa Nidia tras sus pasos, supo que su momentánea libertad podía quedar acortada, por lo que decide rápidamente correr, sin ni siquiera despedirse de la dama con la que estaba dispuesto a irse segundos antes. Fabriciano corría como un delincuente con temor a ser encontrado y tantas puertas a su alrededor le hacía más confusa la decisión que necesitaba tomar. -¡A dónde me escondo!, se dijo así mismo. De pronto, un brazo lo toma por detrás y lo ingresa a un lugar, mientras le dice: -Te estaba buscando, entra para que hablemos......

Continúa en el próximo cuento.....

Melissa G.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Cuento No. 11: ¡A LA MINA LA PRÓSPERA!


Cuento No. 11: ¡A LA MINA LA PRÓSPERA!

Viene del cuento No. 10: La Cava de Don Nicanor.
http://novelatentacioncoloresmeralda.blogspot.com/2009/03/cuento-no-10-la-cava-de-don-nicanor.html

Zona esmeraldífera. Treinta años atrás.....

Don Nicanor en el interior de la cava vuelve a preguntar con su feroz tono de voz: ¡QUIÉN ES! A su acción colérica, le añadió el abrir de la puerta de la habitación con ímpetu. Sólo el rostro jovial y sereno de Doña Pedra pudo aplacar la rojez y el enojo de Don Nicanor. Ella era la ama de llaves de la hacienda La Casona y con la misma capacidad con la que administraba aquella enorme propiedad en la zona de esmeraldas de Colombia, así podía dialogar con su patrón, con sabias y precisas palabras. Doña Pedra dice ante la interrogante de Don Nicanor: -Perdón que lo interrumpa, Don Nicanor, pero se ha presentado un problema en la mina y se necesita su presencia. Al escuchar eso, Nicanor dice, mientras cierra la puerta de la cava con llave: -Así que hay problemas en La Próspera, ¡mi mina! Y yo que acabo de ver al bueno para nada de Fabriciano jugando con César: ¡mi nieto! Dile a Fabriciano, Pedra, que si quiere estar en mi familia, ¡en la familia De la Vega!, se largue a la mina, a ver qué es lo que pasa, ¡para eso mi hija Nidia lo mantiene!
La prudente Doña Pedra, al escuchar las órdenes de su patrón, decide responder con una idea muy acertada: -Está bien, Don Nicanor, le indicaré a Fabriciano que debe ir él personalmente a la mina, a encargarse del problema que se ha presentado. Para que usted se quede tranquilo, le recuerdo que Fabriciano creció prácticamente dentro de una mina, como le pasan a muchos niños por aquí, así que él tiene el conocimiento para administrar La Próspera....pero como estamos hablando de su mina, el yacimiento de esmeraldas más rico de la región, por algo se llama La Próspera, espero que si el problema no se resuelve a primera instancia, usted no caiga en la tentación de sacrificar su mina, por probar a su yerno.....Bueno, eso de que es su mina, es un decir, en verdad es del Estado, usted sólo la tiene en concesión.
Nicanor había escuchado las palabras de Doña Pedra con atención y había entendido el agudo mensaje, tras una sutil recomendación de parte de su ama de llaves, así que decide responder con una pregunta: -¿Qué estás tratando de decirme, Pedra? Pedra, con una sonrisa dibujada en sus labios, sólo se remite a contestar: -No he tratado de decirle nada, Don Nicanor, porque sé que usted hará lo que más le conviene, usted es un hombre inteligente.......La respuesta de la ama de llaves encerró a su jefe en un propio reto para su buen juicio, por lo que él decidió cerrar la conversación de la siguiente manera: -Está bien, Pedra, dile a Fabriciano que vaya a la mina, a “La Próspera” y que si él no puede con el problema, iré yo entonces.....Pedra asienta con la cabeza y dice: -Así lo haré, Don Nicanor. Pedra sale al jardín de la hacienda y allí se encuentra con su hija Simona, una muchacha empezando sus veinte, muy parecida a ella cuando era joven y la llama a voces: -¡Simona, hija, busca al señor Fabriciano y dile que debe ir a la mina de inmediato! Simona sólo asienta con su cabeza y sale corriendo en busca del yerno de Don Nicanor.
El portón principal de la hacienda La Casona se abre para dar paso a una camioneta manejada por un chofer, que llevaba a Fabriciano al yacimiento de esmeraldas “La Próspera”. Él ya no era un minero más de esa mina, era el encargado de la administración, por órdenes de su suegro Nicanor ante el pedido de la hija de éste: Nidia De la Vega. Los profundos ojos color celeste de Fabriciano observaban el paisaje camino al yacimiento de esmeraldas. La naturaleza se mezclaban con las formaciones pedregosas y de montaña de la región, las que parecían contar el peligro y a la vez el estilo de vida de los mineros. “La Própsera” era otro territorio, no era una delicada hacienda, era una tierra donde los trabajadores tenían su propio lenguaje, donde cada uno de ellos tenían sus rostros sucios por el trabajo dentro de los túneles, ahí no habían privilegios, sólo supervivencia.
Fabriciano, muy bien vestido, pero apropiado para el terreno, se baja de la camioneta y con mucha confianza entre los presentes, dice: -¡Qué pasó, muchachos, cuál es el problema en la mina! Un minero se acerca a Fabriciano y se dirige a él como en los viejos tiempos, cuando él era uno más de ellos: -¡No, Fabriciano, tú mismo tienes que entrar en la clavada a ver........! El minero es interrumpido por otro de más edad, que lo regaña: -¡Oye, tú, más cuidado al hablarle al patrón Don Fabriciano Rosales, que él no es igual a nosotros!. Fabriciano sólo dice a toda voz: -¡Déjate de vainas, que Eulalio y yo somos todavía amigos, si crecimos juntos, carajo! A ver, díganme de una vez qué es lo que pasa, para que el necio de Nicanor no se queje de que no sirvo, ¡como si no supiera que es jugarse la vida dentro de una mina! El minero de más edad que había corregido a Eulalio, dice: -Qué bueno que todavía se siente como uno de nosotros, Don Fabriciano, porque necesitamos de alguien joven como usted, conocedor de las clavadas de La Próspera y que se atreva a ir donde ningún otro minero se atreve a bajar en el túnel. ¡En palabras más claras, necesitamos que usted mismo entre de nuevo en la mina!
Los ojos Celestes de Fabriciano expresaron su asombro ante la petición.

Continúa en el próximo cuento.....

Melissa G.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Cuento No. 10: La Cava de Don Nicanor.


Cuento No. 10: La Cava de Don Nicanor.

Zona esmeraldífera, 30 años atrás.......

Don Nicanor sale de la recámara dedicada a la memoria de su esposa Matilde en su hacienda en la zona esmeraldífera colombiana. Camina por los corredores de la propiedad, con su acostumbrado paso marcado a un ritmo casi perfecto. Al final de un pasillo se encontraba un ventanal, por el que se asoma para ver lo que sucedía en el jardín. Una sonrisa se dibuja en su rostro al ver a un niño de unos diez años, de cabellos claros, corretear por las inmediaciones. Casi igual de rápido como Don Nicanor sonrió, su expresión cambió a desagrado y su profunda mirada reflejaba su enojo ante lo que veía: El pequeño niño que observaba por la ventana era apañado por los brazos de un hombre joven, de cabello también claro y profundos ojos celestes. Don Nicanor tomó aire profundamente, como tratando de dejar escapar su ira, para luego decir en voz audible: -Lo importante es que mi nieto César es igualito a mi. Tras esas palabras, Nicanor prosiguió su camino hasta llegar a una puerta que daba paso un lugar muy particular en la hacienda: La cava de Don Nicanor.
El frío en el interior del recinto encrudecía mucho más el clima montañoso de la región de las esmeraldas, pero Nicanor ya estaba acostumbrado a pasar tiempo en su cava. Su colección de vinos era impresionante, convirtiéndose en una verdadera bitácora de recorridos, viajes, visitas y recuerdos que tuvieron lugar tanto localmente, como en diferentes partes del mundo. Nicanor se pasea por los grupos de vinos que estaban colocados a ambos lados y comienza a seleccionar botellas, que le traían recuerdos de varios episodios de su vida. El primer vino seleccionado lo lleva al instante más feliz de su existencia, pero con nostalgia se permite mencionarlo en voz alta.-Este vino fue un obsequio de bodas para Matilde y para mí. Era tan selecto, que esperábamos la ocasión perfecta para abrirlo, pero nunca nos decidimos, ni para cuando nuestras dos hijas nacieron y luego fue demasiado tarde. Nicanor coloca el vino en su lugar y va en busca de otra botella, de profundo color verde y elegante etiqueta. Al verlo, él dice: -Este vino me lo regalaron para celebrar el nacimiento de mi hija Dalia y antes me habían regalado otro igual para cuando nació Nidia, pero ése me lo terminé de tomar en una sola noche, cuando me enteré que ella se había embarazado del minero Fabriciano Rosales. Nicanor guarda la botella, como guardaba ese amargo episodio que hasta la fecha, todavía lo descomponía.

Dando unos cuantos paso más, en lo alto de la colección, Nicanor toma otra botella y al sacarla, una sonrisa se dibuja en su rostro y sus ojos recuperan el brillo que rara vez tenían. Se trataba de un vino cuya botella y etiqueta intentaba reproducir el esplendor de una profunda esmeralda verde azulada, las preferidas de Don Nicanor. Caminando con la botella en sus manos, Nicanor se permite declarar audiblemente: -¡Pero tenía razón Doña Pedra y hasta la propia Simona!.....Siempre, hay una esperanza, pequeñita como una esmeralda, pero que con el tiempo, cobra mayor valor, como un buen vino. Si me tomé en una borrachera el vino en honor al nacimiento de Nidia el día que me enteré de su embarazo de Fabriciano; el día que tuve a César en mis brazos y anuncié que él era mi nieto, me regalaron este otro vino, que me supo a felicidad. Todavía lo tengo y espero compartir una copa con mi nieto, cuando él sea un hombre, que me llene de orgullo por sus logros. Nicanor todavía con una sonrisa en sus labios, guarda la botella de vino que esperaba volver a tomar en el futuro. Prosigue su recorrido y rozando botellas con la punta de sus dedos, Nicanor expresa su sentir, el que guardaba en el interior de su ser y que implicaba la parte más vulnerable que tenía su férrea personalidad: Su soledad. –Y me quedan tantos vinos todavía por probar y no sé si lo haga algún día en compañía de alguien o seguiré en mi soledad......pero tengo a mi nieto César, también a Ernesto, pero a él lo estoy viendo un niño difícil que quizás se convierta en un hombre complicado.....¿Podré algún día sentarme a tomar una copa con Ernesto, de hombre a hombre, como pienso hacerlo con César? ¿Podrá Ernesto ser un hombre sincero, cabal, con dignidad?.......
Esas palabras en la mente de Nicanor, hicieron que rápidamente se pusiera en acción. Saca una botella de vino entre tantas que tenía, mueve con fuerza un pedazo de la colección, se agacha en el piso y en cuestión de unos segundos, ante sí tiene una caja de seguridad, cuya llave cargaba consigo. Era como si hubiera practicado dicha rutina muchas veces, para no tomar tiempo dentro de la cava, levantando sospechas de cualquiera. Es que Don Nicanor estaba viendo que su legado era toda una tentación. De pronto, segundos después de haber sacado el contenido de la caja de seguridad, alguien llama a la puerta. Nicanor, con su fuerte tono de voz, dice: ¡QUIÉN ES!......

Continúa en el próximo cuento.......
Melissa G.