martes, 26 de mayo de 2009

Cuento No. 22: “LA HACIENDA SE LLENÓ DE SABIDURÍA”.



Cuento No. 22: “LA HACIENDA SE LLENÓ DE SABIDURÍA”.

Viene del Cuento No. 21: “TENTACIÓN QUE NECESITA UN FRENO”.

http://novelatentacioncoloresmeralda.blogspot.com/2009/05/cuento-no-21-tentacion-que-necesita-un.html


Doña Pedra llegó a la hacienda LA CASONA desde antes que Don Nicanor entrara de lleno a su trabajo en la zona esmeraldífera. Por su personalidad tranquila y prudente, rápidamente se ganó la confianza del serio y exigente patrón que le fue asignado. Junto con ella, se encontraba su hija Simona, quien tenía aproximadamente la misma edad de la señorita de la casa, la hija mayor de Don Nicanor: Nidia. También se encontraba la otra hija del dueño: Dalia, así que para Simona, tanto Nidia como Dalia, se convirtieron en algo más que las hijas del patrón, ellas eran su familia cercana, a las cuales servía con respeto y dedicación, pero también las veía crecer a la par que ella mismas lo hacían, pero en mundos diferentes. Bajo el mismo techo de la hacienda LA CASONA convivían madre e hija en medio de los altibajos de la familia De la Vega-Altamira. Tormentas y amaneceres emocionales fueron presenciados por Pedra y su hija Simona, pero quizás nada pudo prepararlas para la llegada de Fabriciano Rosales a la familia. Ellas conocían desde hace mucho tiempo a Fabriciano, ya que su madre llegó a hacer oficio a la hacienda y Doña Pedra en calidad de ama de llaves tuvo que instruirla y guiarla en sus quehaceres. Eso dio oportunidad para que Simona conociera a Fabriciano, un niño minero de la región y entre ellos empezó una amistad que pasaría a la etapa de la juventud, para luego dar un giro en el futuro, al convertirse él en el nuevo patrón de esas tierras.
Antes que todo eso sucediera, Simona se divertía como cualquiera otra niña de la región a la par del ocurrente Fabriciano. La personalidad pícara de éste contrastaba con el entorno de orden y disciplina que su madre le imponía a ella. Doña Pedra quería hacer de Simona toda una mujer sabia y para eso había encontrado en la Biblia y todo su contenido de sabiduría, la fuente perfecta para llenar de conocimientos a su pequeña hija. Doña Pedra le encontraba gusto a cada palabra que encerraba el libro de “Proverbios” y su asombro fue grande al descubrir que ese libro comparaba la sabiduría con las piedras preciosas, lo que hacía todo mucho más preciso para la ocasión. De ahí, Doña Pedra había entendido que esa comparación le exigía entonces observar a su hija, como un buen conocedor de gemas lo hacía cuando alguien ponía en su mano una pequeña piedra verde que pretendía ser una esmeralda. Doña Pedra no se engañaba entonces y había descubierto que Simona tenía debilidades, su carácter podía ser a veces dócil y manejable. Fue después de pedirle mucha guía a Dios, que Pedra entendió que Simona sería pulida con el tiempo, con sus vivencias y con la ayuda que como madre debía impartirle, como se talla una esmeralda para que brille con todo su esplendor.
Las esperanzas de Doña Pedra no quedaron sin ver la luz. Simona no sólo heredó su posición como ama de llaves de la hacienda La Casona, ni tampoco era en vano el parecido físico que había entre madre e hija. Los que conocieron a Pedra antes de que ella cerrara sus ojos para reunirse con El Señor, antes que ella falleciera, le decían con frecuencia a Simona, ahora Doña Simona, que era el vivo retrato de su madre, en imagen y en actitud. Doña Simona siguió el legado de rectitud como ama de llaves de la aun mas importante hacienda LA CASONA, en los tiempos de Don Fabriciano Rosales y a la espera de que el hijo mayor de éste: César, asumiera el mando. Precisamente en él, Simona había depositado toda su atención, cual si le hubieran entregado la esmeralda más valiosa sacada de las montañas de la región. Los retos para ella se convirtieron más difíciles de lograr de los que tuvo Pedra, pero la esperanza de la cual se aferraba tenía la misma fuerza y el mismo origen de donde la obtuvo su madre. Quizás el episodio que inició la madurez de Simona fue el embarazo de la “niña Nidia”, como en esos tiempos se le llamaba a Nidia De la Vega cuando era joven. Ver un escándalo mezclado con lágrimas, gritos y zozobras la hizo entender las consecuencias de la tentación, tema del cual no dejaba de repicar Doña Pedra, pero también entendió el alivio que se siente cuando las tinieblas se retiran para dar paso a la luz, como cuando un minero tras recorrer un largo túnel, llega al fin a encontrar la salida. Ese episodio junto con su lección Simona lo vivió cuando tuvo en brazos a César como un bebé recién nacido, que llegó a aplacar una gran tormenta.
Desde entonces, la nueva Simona, “Doña Simona”, ama de llaves de la hacienda LA CASONA tenía un rumbo definido: Hacer que César fuera un hombre de bien y para eso él requeriría en algún momento, tomar el paso más importante que todo ser humano necesitaba dar para asegurar su eternidad. Ella sabía también que César aparte de eso, necesitaba otras circunstancias que eran elementales. Una mujer era una de ellas y hasta ahora, Mercedes De las Casas no la convencía para nada como la mujer que debía ocupar la posición junto al hombre que ella consideraba como un hijo. La pregunta se dividía entonces en varias partes: ¿Quién era esa mujer que César necesitaba, dónde estaba, cómo era y sobre todo, cómo llegaría?
La verdad era que esa mujer tenía su propia historia y para ese momento, Simona no la conocía.




Continúa en el próximo cuento.

Melissa G.

lunes, 18 de mayo de 2009

Cuento No. 21: “TENTACIÓN QUE NECESITA UN FRENO”.
















Cuento No. 21: “TENTACIÓN QUE NECESITA UN FRENO”.

Viene del Cuento No. 20: “Doble Zar”.
http://novelatentacioncoloresmeralda.blogspot.com/2009/05/cuento-no-20-doble-zar.html

Por las tierras del dominio de Don Nicanor De la Vega no todo estaba controlado cuando él reinaba. Quizás al enviudar todavía siendo un hombre muy joven, descuidó a las esmeraldas más preciadas que él tenía: Sus dos hijas, pero en especial descuidó a la mayor: a Nidia. Nidia se crió con todas las comodidades propias de una muchacha de la alta sociedad, ya que por su sangre corrían los apellidos “De la Vega” y el “Altamira”. Sin una madre, una abuela materna extremadamente materialista y un padre sumido en el dolor y la dureza, Nidia no tuvo la mejor guía que su carácter caprichoso y voluntarioso necesitaba. Ya convertida en toda una señorita y tras un viaje a Europa como regalo de graduación de escuela preparatoria, Nidia estaba lista para asumir su vida y las puertas las tenía abiertas de par en par, ella sólo tenía que escoger qué camino deseaba tomar. Sus pasos no se condujeron a otra parte que a los brazos del joven minero Fabriciano Rosales, cayendo ella en una trampa de seducción que luego sabría convertir, gracias a su carácter lleno de voluntariedad y egoísmo, en una cárcel para su vida y la de Fabriciano. Bien sabido fue que un embarazo fuera del matrimonio fue la única razón por la que la heredera de Nicanor contrajo nupcias con el simple minero Fabriciano Rosales. Los años pasaron y así como para Fabriciano Rosales la vida cambió y el dinero llegó, para él y para Nidia llegaron otras cosas como la infelicidad, el vacío y el profundo repudio de Fabriciano hacia ella y la obsesión de ella por un hombre que había perdido hace muchos años atrás.
Hoy día, Nidia de Rosales De la Vega no era otra cosa más que una mujer adinerada, sumida en múltiples compromisos sociales y refugiada en las apariencias de una familia que difícilmente seguía todavía jugando el papel de la unidad. Divisiones entre sus hijos, múltiples amantes de Fabriciano que soportar, una matrimonio muerto en la realidad y peligrosamente vulnerable a terminar en cualquier momento, una total desconexión de la empresa de esmeraldas que heredó de su padre, una triste continuación de lo que un día fue el legado de los Altamira y un pasado que ocultar; era el diario vivir de Nidia, en eso ella se había convertido. Para Nidia, la vida había dejado de tener hace muchos años un sentido digno, por el contrario, todo lo había hecho girar en torno a sostener su matrimonio con Fabriciano, sin que lo que era evidente para todos, la terminara convenciendo de que mejor era retirarse con la frente en alto, antes de seguir haciendo el ridículo. Vicky Peralta, la amante oficial de Fabriciano, era la mayor muestra de que Nidia hace tiempo había salido del interés de su marido y a la vez anunciaba las intenciones del viejo ex minero de empezar una vida nueva, junto a su amante y sus aspiraciones políticas. Nidia se quedaría sola y vacía, al igual que estaba su alma. La única testigo de su desdicha era su suegra, la madre de Fabriciano, la curiosa y simpática “Doña Dulce”, mejor conocida antes cuando era una mujer pobre en la tierra de las esmeraldas como “Doña Dulcidia Rosales”. Doña Dulce alardeaba todavía de la agitada y activa vida amorosa que un día tuvo y con mucha frecuencia, el pasado se convertía en el tema del cual conversaba con la mayor complicación posible, nadie le entendía con claridad, pero sus peculiares palabras tenían un mensaje para la dormida conciencia de Nidia, tras tantas tentaciones a las cuales cedió.
Nidia creía haber dejado el pasado atrás, cubierto con una imagen de dama distinguida, pero el comportamiento de su hija menor Liliana, era el vivo recordatorio de la rebeldía y descalabro de sus anteriores pasos. Liliana era físicamente muy parecida a su madre cuando ésta estaba joven, pero con el cambio de rasgos más anglosajones, dado que su abuelo paterno era un gringo que embarazó a su abuela Doña Dulce. Pero en Liliana, otras cosas similares a Nidia se habían duplicado. La joven era extremadamente rebelde, desorientada, violenta, prepotente y con un destino incierto. Todavía no había terminado una carrera o desempeñado cargo alguno en la empresa familiar; es que de esmeraldas Liliana no sabía nada. Ella no estaba sola en sus andanzas, tenía a su hermano gemelo Federico, que compartía con ella el gasto excesivo, la desorientación y vagabundería que ya tenían completamente harto a Fabriciano y de la cual Nidia no se encargaba en calidad de madre. Cómo hacerlo, si ellos dos, Liliana y Federico, pero sobre todo Liliana, era el ejemplo de una naturaleza sacudida por una tentación personal que había que ponerle un freno. Nidia no podía verlo, ni entenderlo, pero Simona había aprendido de su madre: Doña Pedra, la antigua ama de llaves, la necesidad de la mayor piedra preciosa posible: La sabiduría. Simona observaba todo lo que sucedía en esa familia, en espera de más consecuencias o de detenerlas.

Continúa en el próximo cuento.

Melissa G.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Cuento No. 20: “DOBLE ZAR”.






















Cuento No. 20: “DOBLE ZAR”.

Viene del Cuento No. 19: My Name is Carmelo Rosales.
http://novelatentacioncoloresmeralda.blogspot.com/2009/05/cuento-no-19-my-name-is-carmelo-rosales.html


El tío Carmelo tenía razón en sus palabras. César era la viva estampa de su abuelo Don Nicanor de la Vega. Quince años habían pasado desde su partida y ahora más que nunca, su recuerdo estaba presente en su nieto mayor. César era el llamado a ocupar la posición de dueño de la empresa Gemas Generación Rosales, S.A. y la administración del yacimiento de esmeraldas más importante de Colombia: La mina La Próspera. Tras la partida de Don Nicanor De la Vega, el mando en la familia en el negocio de esmeraldas lo había tomado Don Fabriciano Rosales, el padre de César, quien un día fue también la persona menos grata de Don Nicanor, dado las circunstancias como él entró en la familia De la Vega Altamira. Para los conocedores de esa historia del pasado, los mejores tiempos estaban regresando a G.G.R., S.A. al ver a César convertido en todo un hombre hecho y derecho. Para los más allegados a Nicanor De la Vega, habían sido tiempos difíciles e incómodos. Fabriciano, el ex minero como muchos lo llamaban, había asumido la presidencia de la empresa, quedando atrás el estilo de Nicanor: Más formal, reflexivo y elegante. En medio de esa transición, César se había levantado entre el recuerdo de su abuelo y la influencia de su padre, pero más allá de sus rasgos norteamericanos, dado que su abuelo paterno era un “gringo” de origen desconocido, la semejanza en porte y figura con Nicanor, producía fascinación, como también asombro.
El regreso de Nicanor, como muchos habían titulado al empuje que cada día más tenía César en la industria de las esmeraldas, se había combinado, equivocadamente para otros tantos, con la próxima boda del futuro heredero con la también heredera de la familia más influyente y poderosa de la nación: Los De las Casas. Merceditas De las Casas y César eran la pareja del momento y para una parte de la sociedad, ya se había hablado demasiado sobre ellos. El tema más importante para los conocedores del difícil mundo de las esmeraldas era el cambio de mando de Fabriciano a César. El tiempo había alimentado la ambición del viejo ex minero Rosales, despertándole los deseos por el poder político, él ya había hecho y desecho en G.G.R.,S.A. Era el turno de César y él a sus cuarenta años, era el despertar de Nicanor De la Vega, sólo había que observar al nieto, para recordar al abuelo.
Si César optaba por una pose pensativa, cerrando sus ojos verdes, era retroceder décadas en el tiempo y trasladarse al estudio de la hacienda La Casona, desde donde Nicanor principalmente se reunía con sus socios para discutir el futuro de la mina La Próspera. Hoy día, en el estudio de esa hacienda, había una pintura retrato de Nicanor De la Vega y era ahora César el que con frecuencia, durante una visita técnica al yacimiento en calidad de ingeniero en minas, entraba a esa habitación y se sentaba en el escritorio, para reflexionar sobre lo que su amigo Arístides Kosmas le decía, a veces en broma, a veces en serio: -César, hermano, el apodo que le han dado de “zar legal de las esmeraldas” no es por gusto, algún día, tendrán que coronarlo y en ese momento, va a empezar su verdadera historia.
También, si César reflejaba determinación y hasta veces furia en sus ojos verdes, no importaba la diferencia de tono entre sus ojos y los de su abuelo: El mismo brillo e intensidad que tenía Nicanor se reflejaba en su mirada y la misma sensación de temor e intimidación sentían todos aquellos que deseaban desafiarlos. El ímpetu de Nicanor era bien conocido y sin duda, el elemento que más caracterizaba su fuerte y hasta veces su peculiar personalidad, era aquel fuete para arriar caballos que llevaba siempre consigo y que hasta nombre le había puesto: Dignidad. Ver caminar a Nicanor por su hacienda y sus tierras en la zona esmeraldífera colombiana, era algo común y frecuente, por más extraño que pudiera ser ver a aquel hombre de buen porte, elegante figura y determinante expresión andar con fuete en mano en plenos pasillos y jardines de la hermosa casa en medio de las montañas de esmeraldas. Años después, César no llevaba en sus manos al fuete llamado “Dignidad”, pero él conocía y recordaba muy bien aquellas escenas de su abuelo y su fuete o látigo para arriar caballos. Eso sí, para la ama de llaves de la hacienda: Doña Simona, el caminar de César por la hacienda era idéntico al caminar de Don Nicanor. Simona, quien conoció desde muy pequeña a Nicanor y quien vio crecer a César desde que nació, siempre ha hablado que escuchar los pasos de César por la hacienda, podía ser sumamente impactante. Si a veces él se levantaba de noche porque no podía dormir, como a veces le pasaba, y se ponía a caminar por la terraza de La Casona, sus pasos llevaban el mismo andar de Don Nicanor. La situación podía ser aún más impresionante si en medio de la noche, se divisaba a lo lejos la figura de César por los predios de la hacienda; cualquiera que hubiera conocido a Nicanor De la Vega, creería que él estaba de vuelta. De cierta manera así era, César era lo que un día fue Nicanor, pero añadiéndole otras cualidades que hacían más interesante el futuro de una industria, de una familia y hasta de una mujer; la clave era encontrarla, como se encuentra a una hermosa esmeralda escondida en las entrañas de la tierra.
Nicanor reinó un día, César estaba por hacerlo, era una situación de dos reyes en tiempos distintos, pero la esperanza, era la meta más importante por la que valía la pena pelear por el título de “zar legal de las esmeraldas”. Esta historia continúa en el próximo cuento y cuando usted la vea en la pantalla que usted elija para hacerlo, un mismo hombre será el “doble zar”.

Continúa en el próximo cuento.

Melissa G.

jueves, 7 de mayo de 2009

Cuento No. 19: My Name is Carmelo Rosales.


Cuento No. 19: My Name is Carmelo Rosales.

Viene del Cuento No. 18: La mano Derecha de Fabriciano.


Ciudad de Boston. Lujoso apartamento de la localidad.

Dorothy McDowell de Rosales era una mujer norteamericana en sus cincuenta, muy bien conservada, de expresión dura y seria. Al teléfono desde su apartamento en Boston, con una impresionante vista a la ciudad, prosigue su conversación con César, en un español que evidenciaba dominio por los años, pero todavía permanecía su acento norteamericano y una que otra frase intercalada en inglés cuando le fallaba el castellano. -.....I’m fine, César,...bueno.....no tan bien.....Tu tío Carmelo se fue a una fiesta de tu tía Dalia, por tu boda, en Miami.....Is that true?....¿Es eso cierto? Dorothy se había casado con Carmelo Rosales, el hermano menor de Fabriciano y de esa forma había entrado al mundo de las esmeraldas colombianas y al de los Rosales De la Vega. Dorothy con los años había aprendido que a su marido lo tentaban las mujeres más que las gemas de color verde a un minero dentro de un túnel. Ya eran muchos años de matrimonio conservados a base de empeño, seguimiento a los pasos de Carmelo y su correspondiente desgaste. Dorothy todavía no terminaba con la constante investigación de las andanzas de su marido y en esta ocasión César era el medio para comprobar la veracidad de las palabras de Carmelo.
De vuelta a Bogotá César al celular trataba de encontrar las mejores palabras para darle una respuesta a Dorothy sin dejar mal a su tío Carmelo. Arístides Kosmas, el amigo de César, lo observaba cuando él trataba de defender al hermano de su papá: -Bueno, Dorothy, la verdad es que yo directamente no estoy informado sobre una fiesta en honor a mi boda en casa de mi tía Dalia allá en Miami.....pero es que tienes que entender que las que manejan ese tipo de información son Mercedes o mi mamá. Lo más probable es que sí se haya organizado una fiesta en casa de mi tía Dalia y de seguro el tío Carmelo se fue para Miami a asistir a ese compromiso familiar.....Dorothy al escuchar la respuesta de César, dice: -Puede que sí haya fiesta en tu honor, César, allá donde vive Dalia en Miami, pero no se por qué Carmelo no me llevó a ese evento. I don’t get it? I’m his wife, soy su esposa. César guardó silencio ante esas palabras y trató de encontrar la mejor respuesta posible: -Bueno, Dorothy, a lo mejor el tío Carmelo decidió al último segundo asistir a ese compromiso en Miami y no quiso incomodarte con ese viaje si ustedes dos van a tener que venir de Boston a Bogotá para mi boda, suficiente tienen con ese compromiso, ¿no crees? Dorothy seria dice: -Pues, voy a ver qué pasó aquí, si hablas con tu tío, dile que voy por la verdad. I’m going to find the true! Dorothy cierra el teléfono y César sólo le comenta a su amigo Arístides: -El tío Carmelo está en tremendo problema. Se le perdió a su esposa Dorothy y creo que le dijo una mentira usando una coartada de una supuesta fiesta en honor a mi boda con Mercedes en la casa de Miami de mi tía Dalia. Arístides sonriendo, dice: -Ay, ese tío tuyo, ese Don Carmelo, no se cansa de sus travesuras, un día de estos lo van a atrapar, caramba.
Arístides no se equivocaba en su afirmación, Carmelo Rosales caminaba al borde del peligro por dejarse tentar tan fácilmente. Por una paradisíaca playa de Miami Beach, Carmelo vestía apropiadamente para el clima tropical, mientras que bebida en mano deleitaba su vista con la infinidad de mujeres bellas y jóvenes ataviadas con vestidos de baño; todo un panorama distinto al que él tenía en Boston junto a su norteamericana esposa. Carmelo era un Rosales más en este mundo, pícaro, relajado e informal. Se diferenciaba de su hermano Fabriciano en dos cosas fundamentales. La primera de ellas era el manejo del poder. Carmelo no era un importante industrial de las esmeraldas a pesar de haber sido minero y de haber podido aprovechar el avance económico y social de su hermano. Él optó por una vida cómoda, pero sin complicaciones y presiones. Para ello, las acciones en la empresa Gemas Generación Rosales, S.A. y la fortuna de su suegro, el viejo senador McDowell, eran suficientes para lograr ese objetivo. La otra diferencia radicaba en lo físico. Fabriciano era de tez clara y ojos celestes, mientras que Carmelo presentaba rasgos distintos, de piel, ojos y cabellera más oscura. Esto era evidencia que sólo compartían el apellido de su madre Dulcidia Rosales, pero que ambos tenían padres diferentes. El padre de Carmelo no se trató de un gringo que pasó por la región de las esmeraldas; en su caso su progenitor se trataba de un hombre de la localidad minera de nombre Custodio y famoso por su mal y violento carácter.
Carmelo más relajado se acerca a la barra de un bar abierto en la playa de Miami y decide tomar su celular: -¡César, sobrino, te habla tu tío Carmelo, cómo te va, m’hijo! Yo aquí bronceándome, ¡sin pensarlo me fui para Miami, dejé Boston y me largué para acá! Que bonito está esto por acá, me estoy preparando para volver al sabor latino de mi patria, ja, ja, ja,...Oye, sobrino, te llamaba para que me ayudes con la gringa Dorotea, se me ocurrió decir lo siguiente: Que tu tía Dalia, la hermana de tu mamá Nidia, organizó un brindis en honor a tu boda con Merceditas y me avisaron de último minuto y no tuve más remedio que venirme para acá. Si la gringa te llama, dile que sí hay una fiesta en casa de Dalia en honor a tu matrimonio. Con eso tengo suficiente, porque yo luego me arreglo con ella, diciéndole que no la llevé para que no se asoleara, que cada vez que la pobre se quiere broncear, queda roja como un pescado asándose en parilla y ella así no puede llegar a la gran boda. ¡Genial mi idea, sobrino, cierto! César le responde por el celular a su tío: -Tío, con mucho gusto le colaboraría, pero hay el pequeño problema que Dorothy se adelantó y me llamó primero que tú para preguntarme si era cierto lo de la boda. Yo no lo negué, pero tampoco lo afirmé con toda la certeza del mundo, en pocas palabras dejé abierta la posibilidad. Tendrá que arreglárselas por su cuenta y tratar de ser convincente. Qué pena con usted......Carmelo le agradece a su sobrino la ayuda: -César, sobrino, no se apene, yo le agradezco la ayuda prestada y la verdad es que eres un hombre serio e inteligente, ¡lo pícaro y astuto lo heredaste de lo Rosales!, pero hay que reconocer que eres la viva estampa de tu abuelo Nicanor, no sólo en lo físico, sino también en lo correcto.
Los ojos verdes de César, el llamado “zar legal de las esmeraldas” brillaron ante las palabras de su tío. El asentó con su cabeza al escuchar el cumplido de Carmelo y su rostro y gestos eran ver a Nicanor De la Vega nuevamente en pie y más vivo que nunca.

Continúa en el próximo cuento.

Melissa G.